sábado, 9 de junio de 2012

No puedo evitarlo



Estimados conductores de camiones de gran tonelaje que circulan por las mismas carreteras que yo, sencillamente,  les odio.
Este es un hecho que como diría el vizconde de Valmont en la fantástica película "Las amistades peligrosas": no puedo evitarlo...
Yo sé que en la selva de asfalto tambien impera la ley del mas fuerte, pero algunas veces parece tratarse de un simple juego para matar el rato.

Uno circula tranquilamente por la autovía de regreso a su casa. A lo lejos, divisa dos camiones que circulan seguidos en su misma dirección. Poco a poco vas acortando la distancia con los camiones, enciendes el intermitente, te cambias al carril izquierdo con la intención de adelantarles y entonces sucede lo inevitable:
Tú sabes lo que está pensando el conductor del camión , él sabe que tú sabes qué está pensando, hasta usted que está leyendo este blog, sabe lo qué está pensando, y que no es otra cosa que: voy a adelantar ahora que me da tiempo.
Y claro que le da tiempo. Tu clavas el freno mientras te acuerdas de la familia del camionero, y miras por el retrovisor para saber a cuánto has estado de que el de atrás se estampe contra tu coche.
El camión objeto del adelantamiento que circulaba a 85 km/h, en un ataque de orgullo acelera hasta los 89km/h. Así que nuestro recién bautizado amigo "Adelantoahoraquemedatiempo" que se dispone a sobrepasar a su compañero a 90km/h, tiene un gran reto por delante. Y así, una bonita tarde de junio, comienza esta improvisada procesión. Nuestro camionero lleva el paso del Cristo crucificado, y cómo debe pesar...el costalero no parece poder llevar tanta carga. Yo y el resto de cautivos devotos, seguimos pacientes el paso de Semana Santa.
Los camiones ya circulan en paralelo, se saludan con un gesto y sonríen mientras sus faros iluminan la carretera que se abre desierta ante ellos. Un ligero viento mece sus cargas, mientras la cada vez más numerosa comitiva de cofrades contiene los nervios y la respiración. El tiempo parece ir más despacio, todo el mundo reza y promete no infiringir ninguna norma de circulación si este calvario termina pronto. Y pasados unos minutos las plegarias son escuchadas, el camión consigue adelantar a su compañero y colocarse en el carril derecho a escasos metros de él. Todos los vehículos que les seguimos olvidamos nuestros buenos propósitos y pisamos el acelerador sin piedad. La procesión se diluye rápidamente en el asfalto gris.

Los dos camiones circulan solos de nuevo, el sol a sus espaldas empieza a ocultarse entre los montes. A lo lejos, un coche acelera con la intención de adelantarlos. El camionero que antes había sido adelantado, divisa por el retrovisor los faros del turismo que se aproxima; sonríe, y piensa "todavía no".

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